viernes, 23 de septiembre de 2016

Posdata




 Vea y oiga, este país está severamente jodido y quedará peor si usted no recapacita.

 Se lo digo en serio. No es esta una folclórica manera de prevenirlo para abrir los ojos y aguzar los oídos, es válido llamado para despertar su interés y convocarlo a la cordura, a la responsabilidad social, al ejercicio lógico de razonar antes de actuar, de invitarlo a no marchar como borrego al sacrificio,  de recordarle que como ciudadano colombiano tiene el deber de  contribuir a contener esta orgía de engaños, y la necesidad histórica de evitarle a las generaciones del futuro el extremo sufrimiento de sucumbir trituradas por la brutalidad de un aparato tiránico.

 No exponga a Colombia, su patria, al autoritarismo, al populismo, al indignante  mecanismo totalitario que en estos momentos conculca libertades y derechos del pueblo venezolano, que obstaculiza e impide adelantar legítimo referendo democrático para que los ciudadanos procedan a revocar el mandato al monigote sostenido por mafias de la cocaína y el petróleo.

 Es hora de ponerle freno a esta loca empresa autodestructiva, de evitar las humillaciones soportadas por esa sociedad caribeña que confió en la restauración de sublimes ideales bolivarianos, pero terminó estrellada contra el puño feroz de bastardos  predicadores de libertad, de esos que mediante ilegítima utilización de la autoridad electoral, envilecimiento de la cúpula militar, y control carnavalesco del poder judicial, convirtieron el territorio de Venezuela en seguro refugio de bandidos extranjeros.

 El creciente mercado internacional de sustancias estupefacientes es combustible que alimenta el atropello a los derechos fundamentales, la máquina que induce a la desmoralización de la juventud, la peste que agiganta los problemas sociales, el sedante que propicia la ruptura de valores, el gestor invisible de la corrupción administrativa, el acelerador de la desestabilización institucional,  y el factor causante de la muerte física de miles de conciudadanos seducidos por el espejismo de enriquecimientos rápidos y falaces escalamientos en la pirámide de poder.

 Mediante fantasioso arrastre de perversa publicidad quieren hacerle creer, a quienes no tienen facultades dialécticas cultivadas en la academia, a quienes ciegamente confían en la buena fe de burócratas gobiernistas, de enredadores, sofistas, y asalariados difusores de paraísos imposibles, que a Colombia le llegan horas de plácido sosiego, y que milenarias dificultades naturalmente derivadas del status social, económico, cultural, ambiental,  y hasta de la estructura psicológica de los pueblos, se solucionarán a fuerza de estrambóticas directrices con enfoques regionales, comunitarios y socializantes.

 Hoy Colombia es victima de una estafa. El verdadero camino de la paz no puede construirse aireando cultivos de plantaciones delincuenciales. Lo que verdaderamente contribuye a propiciar aceptables condiciones de respetuosa convivencia, desarrollo económico y justicia social, es la lucha persistente contra las expresiones criminales  y contra todo desacato al orden constitucionalmente establecido.

 Lo que se necesita es un Estado serio que no claudique ante la ilicitud ni se deje cautivar por habilidosas promesas de mafiosos empedernidos.

 Lea, todavía tiene tiempo para descubrir que los acuerdos habaneros son trampa armada para poder decir que el Estado colombiano  no cumplió sus compromisos, y que el conflicto nunca terminó.  

Miguel Antonio Velasco Cuevas

Popayán, 23.09.16

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